¿Cómo se cargan los barcos eléctricos?
Puede cargar embarcaciones eléctricas utilizando la corriente doméstica o un cargador rápido estándar de nivel 2 para vehículos eléctricos. Es cómodo y fácil de hacer. Otra posibilidad es encontrar una toma trifásica en los puertos deportivos. Muchos puertos deportivos ya disponen de toma de corriente, ya que la mayoría de los barcos de combustible fósil recargan allí sus baterías.
¿Cuánto tarda en cargarse un barco eléctrico?
Cargar la batería de una embarcación eléctrica típica hasta el 80% lleva entre 8 y 10 horas con un cargador de CA, dependiendo del tamaño de la batería. Pero puede reducirse a entre 20 y 60 minutos con un cargador rápido de CC. Así pues, el tiempo necesario para la carga varía en función del tipo de cargador utilizado y del tamaño de la batería.
¿Cuánto cuesta cargar un barco eléctrico?
Cargar un barco eléctrico puede costar sólo unos céntimos al día, dependiendo de las tarifas locales, pero es notablemente más barato que alimentar un motor de combustión. Un hidroala de alta eficiencia energética como el Candela C-8 utiliza aproximadamente 70 kWh para más de 50 millas náuticas de autonomía a alta velocidad. En la zona euro, una carga completa cuesta unos 10 euros.
¿Cuánta potencia necesita un barco eléctrico?
Un barco eléctrico suele necesitar unos 2 kW de potencia por tonelada de peso del barco para barcos de desplazamiento, y 3 kW si navega por aguas costeras o con fuertes corrientes. Para usos auxiliares, puede bastar con un motor más pequeño. Sin embargo, a altas velocidades, los barcos de planeo eléctricos convencionales necesitan bastante más potencia, lo que acorta la autonomía a unas 20-30 millas náuticas. En cambio, los hidrodeslizadores pueden alcanzar más de 50 millas náuticas a velocidades superiores a 20 nudos, gracias a sus baterías más pequeñas.
¿Qué ventajas tiene la navegación eléctrica frente a la tradicional?
La navegación eléctrica ofrece varias ventajas con respecto a la navegación tradicional, como cero emisiones, funcionamiento silencioso y menores costes de explotación, además de prevenir el cambio climático, lo que la convierte en una opción más respetuosa con el medio ambiente y más rentable. Así pues, tanto la naturaleza como el bolsillo salen ganando.